sábado, 19 de febrero de 2011

Cisne Negro: Aronofsky nos lleva al centro de la locura


Tras el cambio de rumbo tomado con The Wrestler, Darren Aronofsky regresa a las pantallas con un filme que vuelve a centrarse en una mente torturada de esas que tanto le gustan. Gracias a Nina Sayers, esa bailarina reprimida por su madre y por sí misma, el director nos invita a dar un viaje por la locura, por la progresiva autodestrucción y transformación de Nina Sayers en un absoluto Cisne Negro.

Sin embargo Aronofsky adopta la misma decisión que tomó en su Luchador, pega su cámara nerviosa al cuello de Natalie Portman y la rodea y mece en cada uno de sus bailes, pocas veces una decisión es tan acertada ya que el filme se nos presenta desde el punto de vista del personaje de Nina, nunca observamos algo que ella no vea, ni que ella escuche o sienta, esta objetividad hace que compartamos todas sus paraonias y su progresivo viaje a los infiernos. A esto ayuda el inteligentísimo y casi surrealista uso del sonido, constantemente podemos escuichar risas, el batir de unas alas, el crujir de los huesos. El espectador se encuentra desde el minuto uno dentro de la compleja mente de Nina.

Aronofsky lleva este compleja decisión hasta sus límites, y es aquí donde creo algo se le puede reprochar. Estando tan claro el punto de vista tomado, no es necesario introducir escenas paranoicas que rozan el ridículo (cuadros hablando, piernas partiéndose...) y que además no aportan más que el resto a construir esa sensación de desasosigo que progresivamente va consiguiendo hasta llegar al final.

Mención especial, (aunque todo el reparto esté a un gran nivel)a pesar de que a estas alturas suene reiterativo, merece la prodigiosa interpretación de Natalie Portman, capaz de pasar en un solo gesto de producir ternura, a absoluto terror, su transformación en Cisne Negro es absoluta y sería de justicia que ganara un Oscar por un papel alejado de los convencionalismos que suelen rodear un premio a la mejor actriz (un buen drama con lágrimas y alguna discapacidad suelen ser más del gusto académico) y que supone un salto al vacío de la actriz del que sale absolutamente victoriosa.

Sorprende el virtuosismo con el que Aronofsky filma las escenas de danza, larguísimos y complejos planos secuencia que giran alrededor de los bailarines casi rozándoles y moviéndose con ellos, un auténtico prodigio de ritmo y belleza, apoyada por la gran fotografía de Matthew Libatique. El director deja su impronta en cada una de las escenas desde la apabullante escena inicial a el inmejorable final con un fundido a blanco y unos aplusos que por extensión no son para la reina cisne, sino para el propio Aranofsky y para Natalie Portman.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Natalie Portman esta increible, pero Mila Kunis tampoco esta nada mal, a mi me ha sorprendido. Y una de las mejores escenas es en la que le salen las alas negras mientras baila, me parecio genial.

Laura M dijo...

Natalie Portman realiza su interpretación de una manera brillante, y es absoluta merecedora de un Óscar por esta película, aunque sea probable que no se lo den.
Por parte de Aranofsky, hay que ponerle un 10 a su manera de combinar la locura de Nina y su conversión en cisne negro con las coreografías, y sobre todo la angustia que genera en el espectador al no saber que situaciones son reales y de verdad están sucediendo y cuales son producto de la imaginación de su protagonista.

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