Tras su polémico paso por el Festival de Cannes por fin ha llegado a nuestras pantallas Melancolía, la última obra de Lars Von Trier. Y lo hace habiéndose hablado (por desgracia) más de todas las desafortunadas declaraciones que el realizador danés hizo en francia que de un filme más que interesante que abunda en las mismas obsesiones que ya se trataban, de una forma más desagradable en Anticristo.
Y es que Melancolía parte de una premisa de pura ciencia ficción, un planeta se acerca peligrosamente a la tierra, para diseccionar al ser humano y mostrar sus miserias sin ninguna compasión. Un ser humano del que ofrece varias opciones: depresivo, cobarde, miedoso y en ninguna se ofrecerá nada bueno.
El filme se abre con un prólogo de imágenes a cámara lenta ciertamente desasosegantes y una visión de los dos planetas chocándose al son de Tristán e Isolda de Wagner (muy a lo Tree of Life). A continuación la película se dividirá en dos partes y es aquí donde comienzan los problemas para Melancolía. Mientras la segunda parte resulta practicamente redonda, la primera se convierte en un preámbulo lento e innecesario de lo que está por venir.
Esta primera parte, centrada en el personaje de Kirsten Dunst (en un papel muy arriesgado y desagradable) nunca adquiere dimensión por su cuenta, a pesar del estilazo y las imágenes epatantes que nos regala Von Trier. No entendemos a lo personajes, ni sus relaciones ni todas las historias que nos quire contar. Nos encontramos algo perdidos, sin saber hcia donde avanzar.
Pero de repente aparece Claire (así se llama la segunda parte del filme) y todo cambia. Iluminados por la presencia de una Charlotte Gainsbourgh, que es de lejos lo mejor del filme, Von Trier saca su cuchillo y empieza a diseccionarnos plantando una pregunta clara al espectador: ¿qué harías si supieras que se acaba el mundo?. Eso es lo que el personaje de Claire se pregunta y a lo que se enfrenta con miedo, mientras que, paradojicamente, su depresiva hermana ha entendido su destino a la perfección: la muerte. En esta parte del filme todo funciona a la perfección, el ritmo, el estilo, las interpretaciones... Durante toda una hora Von Trier bombardea al espectador de imágenes y preguntas hasta llegar a uno de los finales más potentes e impactantes del año. Una obra que peca en su primera parte de cierta autocomplacencia y que con más concisión hubiera sido la gran película que su segunda ciertamente es.
Y es que Melancolía parte de una premisa de pura ciencia ficción, un planeta se acerca peligrosamente a la tierra, para diseccionar al ser humano y mostrar sus miserias sin ninguna compasión. Un ser humano del que ofrece varias opciones: depresivo, cobarde, miedoso y en ninguna se ofrecerá nada bueno.
El filme se abre con un prólogo de imágenes a cámara lenta ciertamente desasosegantes y una visión de los dos planetas chocándose al son de Tristán e Isolda de Wagner (muy a lo Tree of Life). A continuación la película se dividirá en dos partes y es aquí donde comienzan los problemas para Melancolía. Mientras la segunda parte resulta practicamente redonda, la primera se convierte en un preámbulo lento e innecesario de lo que está por venir.
Esta primera parte, centrada en el personaje de Kirsten Dunst (en un papel muy arriesgado y desagradable) nunca adquiere dimensión por su cuenta, a pesar del estilazo y las imágenes epatantes que nos regala Von Trier. No entendemos a lo personajes, ni sus relaciones ni todas las historias que nos quire contar. Nos encontramos algo perdidos, sin saber hcia donde avanzar.
Pero de repente aparece Claire (así se llama la segunda parte del filme) y todo cambia. Iluminados por la presencia de una Charlotte Gainsbourgh, que es de lejos lo mejor del filme, Von Trier saca su cuchillo y empieza a diseccionarnos plantando una pregunta clara al espectador: ¿qué harías si supieras que se acaba el mundo?. Eso es lo que el personaje de Claire se pregunta y a lo que se enfrenta con miedo, mientras que, paradojicamente, su depresiva hermana ha entendido su destino a la perfección: la muerte. En esta parte del filme todo funciona a la perfección, el ritmo, el estilo, las interpretaciones... Durante toda una hora Von Trier bombardea al espectador de imágenes y preguntas hasta llegar a uno de los finales más potentes e impactantes del año. Una obra que peca en su primera parte de cierta autocomplacencia y que con más concisión hubiera sido la gran película que su segunda ciertamente es.
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