Qué difícil, aunque no lo parezca, es encontrar en una película el tono perfecto que la historia necesita. Cuántas veces hemos visto dramas que se pasan de sensibleros alejándonos de lo que nos cuentan, o comedias que no se sabe bien qué pretenden. Y si ya hablamos de esas cintas que deciden jugar en ambos equipo, en el de la comedia y el drama... qué peligro hay de que no sepan bien porque lado decantarse y acaben pecando de poco simpáticas o de demasiado graves.
Esa tarea tan difícil es la que con una pasmosa naturalidad despliega Alexander Payne ante nosotros en este peliculón llamado Los Descendientes. Esa naturalidad, que muchos confunden con simpleza, con la que consigue ese punto intermedio tan logrado entre la sonrisa y la lágrima paseando constantemente por el filo de la navaja es, sin duda, uno de los grandes retos y aciertos del filme.
El argumento se antojaba difícil para no caer en la lágrima fácil: una familia a la que el repentino coma de la madre hace replantearse su existencia. Sin embargo todo está medido y contenido al máximo para que nada se escape a ese tono melancólico y agridulce del filme. Y cuando digo todo, es todo, desde la música hawaiana, pasando por una fotografía que juega en ofrecernos una visión "cutre" de un paisaje paradisíaco hasta por supuesto las interpretaciones.
Comandados por un George Clooney comedidísimo (gracias a Dios) y un descubrimiento como Shailene Woodley que logra robar la película en muchos momentos y que se hubiera merecido una nominación al Oscar como actriz secundaria, pasando por los pequeños papeles de Judy Greer o Mathew Lillard.
Alexander Payne nunca se ha caracterizado por ser un director con una puesta en escena efectista y evidente, y esta película lo confirma. Sin embargo todo el filme se encuentra rodado con una elegancia y un amor por sus personajes (esos pequeños acercamientos a sus rostros) que nos deja grandes momentos como la escena en la que el personaje de Woodley se entera de la noticia en la piscina, o los dos hermosos planos finales. Sin embargo donde, como siempre se luce Alexander Payne es en el guión de la película, un guión que trata de manera realista y alejada de artificios y mentiras temas tan espinosos como la familia, la muerte, la herencia y las raíces.
Es muy valiente por su parte, que nunca se cebe con el drama de esta familia ni con el hecho de que el personaje de la madre se encuentre al borde de la muerte, y es por eso que cuando llega el momento de la despedida (George Clooney merece el Oscar solo por esta escena) todo huela a emoción de verdad.
Y a pesar de todo, muchos sólo considerarán a Los Descendientes una más, un filme bonito que no aporta nada... ojalá todos los filmes consiguieran dejar en tu cuerpo una sensación tan sincera, que te hiciera pasar de la risa al llanto sin manipularte, ojalá Alexander Payne les ayudara a todos los directores a encontrar el tono.
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