Dicho esto también hay que decir que desgraciadamente La Mosquitera no es uno de esos pocos casos en los que el director le ha ganado la pelea al riesgo, es más el resultado final es un filme excesivo, que cae del lado del ridículo en demasiadas ocasiones y que es demasiado consciente de su condición de "auteur".
Durante toda la obra, Agustí Vila planea peligrosamente entre la fina línea que separa el ridículo del humor absurdo más cínico, y si bien hay momentos (esa madre con un concepto de la educación tan especial) conseguidos, durante todo el metraje se observa una incoherencia entre ese humor que quiere conseguir y el tono de gravedad y afectación con el que actúan todos los personajes.
Es por ello que el espectador no es capaz ( y así lo demostraron las risas nerviosas en el pase de Seminci) de descodificar los signos del supuesto humor de esta mosquitera y se encuentra confundido ante lo que está viendo, en ningún momento se consigue la complicidad y química que exige de nosotros una comedia.
Además la seriedad de los temas que aquí se tratan no suelen ser objeto de comicidad (abusos, violaciones, drogas...) y el tono que desprende, demasiado realista y dramático, no ayuda para que, al recibir esas frases de guión tan irreverentes como falsas y fingidas, podamos reírnos con ello.
A pesar de todo siempre nos quedarán un Eduard Fernández tan efectivo como siempre y una Emma Suárez que borda su difícil papel.
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