Tras ver También la lluvia podemos decir sin miedo que este año es una buena (a ratos magnífica) película la que nos representa. No sabemos si llegará a estar entre las finalistas pero debemos sentirnos orgullosos de que sea una obra como esta, emocionante y necesaria, la que hable por nosotros delante de la academia de Hollywood.
En este último film, Iciar Bollaín pone en imágenes un guión de su pareja sentimental Paul Laverty (guionista habitual de Ken Loach) para hablarnos de como la historia parece condenada a repetirse una y otra vez a pesar de que hayan pasado por nosotros 500 años de evolución y progreso. Mediante un inteligentísimo juego de paralelismos entre la ficción (el rodaje de un film sobre Cristobal Colón) y la realidad (los propios actores y miembro del rodaje, la guerra del agua sufrida en Bolivia) Bollaín nos seduce y nos atrapa desde el primer momento, nos hace pensar y darnos cuenta de que a veces no nos diferenciamos tanto de aquellos españoles que realizaron todo un genocidio en América del sur.
Para ello cuenta con un montaje hábil y efectivo que consigue trenzar las diferentes historias sin confundir al espectador y consiguiendo ese efecto espejo realidad-ficción que antes comentaba. A esto ayuda la (de nuevo) increíble música de Alberto Iglesias, acompañando, emocionando y siempre (excepto en un par de ocasiones al final del film, en la parte más sentimental) sin sobresalir por encima del conjunto.
Es imposible alabar una película como También la lluvia sin citar a su homogéneo reparto, desde un sólido Gael García Bernal, hasta un soberbio como acostumbra Luis Tosar pasando por las dos sorpresas del film: Carlos Aduviri como el indígena revolucionario y sobre todo un perfecto Karra Elejalde componiendo un personaje (o dos ya que también interpreta al Colón de la película dentro de la película) carismático, complejo, al que llena de matices y con el que logra robar la función en varias ocasiones.
A pesar de que uno de los "defectos" del filme es su, a veces, obviedad en el mensaje a exponer, remarcado con metáforas y paralelismos más que evidentes e innecesarios, Iciar Bollaín nos regala para el final una escena final emotiva que actúa no solo como símbolo de la película sino también como sentencia final, dejándonos claro que sea oro, petróleo... o incluso agua, estamos condenados a repetir nuestros errores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario