Las heridas de una guerra han sido y serán (sólo hace falta echar un vistazo a nuestra cinematografía para darse cuenta) tema recurrente para el cine. Dramas desgarradores nos han hablado sobre el horror y sobre las miserias de lo que ocurre en el campo de batalla y sus posteriores consecuencias.
Por eso se agradece que Na Putu, sea capaz de tratar temas tan duros como la guerra, el rencor o el fanatismo religioso, desde el punto de vista de una relación amorosa, actual y sincera que se tambalea por las consecuencias de un conflicto que marcó para siempre la vida de los habitantes de Sarajevo.
Ahí reside el encanto de la película, en el poder tratar una historia de amor entre dos jóvenes, modernos, abiertos, actuales sin perder de vista a una sociedad obligada a mirar hacia adelante y que en ocasiones (como en el caso de la protagonista) incluso ha de convivir con la gente que asesinó a su familia.
La relación de Amar y Luna está tratada con sencillez y sensibilidad, sin juzgar a cada uno de ellos, intentando mostrar los hechos que les llevan a actuar así para que el propio espectador opine. Ni siquiera al tratar un tema tan espinoso como el fanatismo religioso al que Amar empieza a inclinarse, la realizadora decide realizar una crítica encarnizada. Decide sólo mostrar las consecuencias de este hecho en la hasta entonces idílica relación de Amar y Luna.
No estamos ante una obra relevante, ni que vaya a significar un punto de inflexión en el cine sobre las consecuencias de una guerra. Pero su sinceridad, sencillez, y forma de enfocar un tema tan duro y espinoso como el que trata, merecen el elogio hacia una directora (que ya ganó el Oso de Oro en Berlín con su anterior filme) a la que habrá que seguir muy de cerca.
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